sábado, 17 de julio de 2010

2ª CARTA ABIERTA AL COMANDANTE DE LAS FARC










Señor Cano: En nuestra primera carta abierta que no sabemos si leyó, le decíamos entre otras cosas:

“Hoy, con seguridad Usted es ya otro rehén de su pasado, de su discurso del que ya no sabe como desdecirse, del gusto por el poder que es como una droga y de otras mil cosas que por no saber no sabemos pero, de las que algunas veces Usted piensa en deshacerse para vivir una vida más coherente y más ajustada a su verdadera creencia y a su forma más clara de ver hoy la vida.”

Hoy, aunque seguimos pensando lo mismo, creemos que Usted, además de ser rehén de su pasado, es un rehén de sus subalternos, algunos de los cuales no se asumen como tales sino, muy al contrario, se creen o se saben sus jefes o sus dueños. ¿De qué otra forma puede explicarse que, mientras Jorge Suarez Briceño o Monojojoy como gusta de hacerse llamar, se mueve con libertad de un lugar a otro, tiene atención de médicos para su deteriorada salud y dispone de casi todas las comodidades y hasta de viajes frecuentes a Venezuela, Usted tiene que huir del feroz acoso del Ejército Colombiano en el Cañón de las Hermosas y pasa grandes apuros sin que sus “subalternos” hagan gran cosa para ayudarlo? ¿Recuerda Usted Señor Cano la actitud desafiante y hasta insultante del Monojojoy cuando se reunía con Usted en presencia de su comandante Marulanda Velez y las muchas veces que lo descalificó a Usted por ser un “intelectualoide revisionista”? ¿Cómo se explica, Señor Cano, que mientras Timoleon Jiménez Timochenko, Iván Márquez y Rodrigo Granda viven en casas o haciendas de lujo en Venezuela con la protección del régimen, Usted deba llevar todo el peso de la guerra?
Las respuestas a estos interrogantes son, a nuestro juicio, que ellos, como Usted lo sabe desde hace mucho tiempo, han dejado de ser o nunca han sido unos soñadores revolucionarios como Usted. Ellos, y esto Usted siempre lo supo, son un hatajo de bandidos que encontraron en las FARC una banda de maleantes con fachada de buenas intenciones que les permitió y les sigue permitiendo robar, asesinar, traficar armas y drogas, violar mujeres, enriquecerse hasta la nausea, servirse de periodistas imbéciles o comprados para mostrarse como falsos héroes y medrar bajo el amparo de algún sátrapa desquiciado mientras algún “idiota útil” quema su imagen y le pone el pecho a las balas.
Ellos saben que todos los de esa pandilla carecen de prestigio y que ante los ojos del mundo son lo que son, es decir, unos delincuentes que han optado por el terrorismo político para ocultar su verdadera condición de narcotraficantes. Saben que el único de las FARC con imagen de intelectual y con posibilidades de hacerse un poco creíble para las izquierdas aleladas del mundo que aun creen en la sinceridad de la guerrilla es Usted. Esa fue la razón por la que esos bandidos que siempre se mostraron poco simpatizantes de Usted lo aceptaron como su “jefe”.

Como lo han comentado ellos ante propios y extraños, cuando el Ejército Colombiano ha ido eliminando o apresando uno por uno a los grandes jefes (Raúl Reyes, Negro Acacio, Iván Ríos, Karina, Simón Trinidad, Martín Sombra, Martín Caballero etc., etc.), no es un buen tiempo para permanecer en Colombia y conviene un “jefe desechable” que mantenga la vigencia de su parapeto (las FARC) mientras ellos esperan a que amaine la tormenta para regresar a seguir su pantomima de “revolución” que les sirve para su verdadero fin, el tráfico de drogas y el enriquecimiento criminal.

Usted Señor Cano, sabe bien ya hace mucho tiempo, desde que la madurez se instaló en su juicio y dejó fuera los sueños adolescentes que suelen durar más de lo conveniente, a veces hasta cuando ya lo han hecho a uno rehén de sus consecuencias, sabe decimos, que:

1. Los cambios en las sociedades no se logran por medio de las armas como decían algunos “ideólogos” resentidos o penosamente confundidos en los años 60. Esa es una mentira difundida por alucinados y creída por masas sin mucho seso. Las armas sólo siembran destrucción y odio, enemigos naturales de cualquier cambio benéfico.

2. Las FARC de hoy son una banda de malhechores que ha perdido su ideología política y sólo sobrevive porque sus verdaderos jefes - grupo en el que no está Usted – la usan como su mampara para sembrar, procesar y traficar cocaína por las rutas que el vecino esquizoide les facilita mientras los protege.

Sabe Usted esto como también sabe que, a pesar de que para esos bandidos Usted no es en realidad el que manda, ante el mundo, Usted es el Jefe del Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC y que lo que Usted diga, mal que les pese a sus “subalternos”, será tomado como pronunciamiento oficial de las FARC. Sabe también dónde están todas las piezas clave y puede por lo mismo informar con certeza. Si Usted dice que las FARC desisten de su “lucha revolucionaria”, tenga la certeza que la inmensa mayoría de la tropa rasa –gran parte de ellos reclutados contra su voluntad y otros cansados de esa farsa - lo seguirá. Los “jefes”, desde luego van a gritar que Usted los traicionó pero serán gritos sin audiencia porque, a pesar de sus grandes fortunas, sin la careta de la guerrilla, serán unos delincuentes más, perseguidos y seguramente capturados y procesados como lo que son.

Piénselo Señor Cano. Usted puede darle a su país este precioso regalo en su aniversario 200, este sí de verdadera libertad e independencia, liberándolo de ese costoso mal que son las FARC. Piense en cuánto dinero que podría ir a gastos sociales para mejorar las condiciones de vida de muchos colombianos debe gastarse en mantener los Ejércitos de Tierra y Aire para combatirla. Sólo esa ya sería una verdadera ayuda a los necesitados de su país que Usted -no sus “subalternos”- quiere beneficiar.

¡Libérese Señor Cano y libere a los guerrilleros rasos que ansían su libertad; libere al pueblo colombiano de esa pesadilla que es la guerrilla de las FARC y permita que las autoridades pongan la mano encima de esos diabólicos seres que, protegidos y aupados por otros de su misma catadura, parecen haber nacido solo para estercolar la tierra!.