“¡Oro, seda, sangre y sol…. la fiesta brava en todo su esplendor!” gritaba el hombre ayudado por un altoparlante por las calles del barrio cartagenero de Manga a las 2 de la tarde con un calor de 40 grados, mientras los niños jugaban “boletrapo” y los adultos reían a carcajadas de sus ocurrencias caribeñas. De esta manera solían anunciarse las corridas de toros que se programaban para las fiestas de diciembre en la Plaza de la Serrezuela. Recuerdo que a mí me impresionaba que se anunciase como una fiesta el espectáculo sangriento de cansar y herir hasta la muerte a un toro mientras la gente da gritos de satisfacción y bebe para celebrarlo. Pensaba que si éramos capaces de vivir eso como una fiesta, era porque aun no habíamos salido de la barbarie y seguíamos siendo un pueblo de salvajes.
Hoy, cuando han pasado tantos años, al evocar la frase con que promocionaban las corridas, he pensado que quizá, la misma serviría para describir la trágica realidad que vive Colombia por cuenta de la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y la corrupción. A ver si me explico:
ORO, en forma del río de dinero que corre a raudales de mano en mano de guerrilleros-narcotraficantes, paramilitares-narcotraficantes, narcotraficantes a secas y de los corruptos que los inducen, auspician, sustentan, patrocinan, explotan o simplemente alcahuetean. Ya sabemos quiénes son estos corruptos: Los grandes conglomerados económicos mundiales que se lucran de los 700 mil millones de euros anuales que produce el narcotráfico de los cuales, solo un pequeñísimo porcentaje llega a los actores primarios. Ellos, los GRANDES CORRUPTOS MUNDIALES son quienes inducen, auspician, sustentan y patrocinan la guerra y el narcotráfico para mantener en funcionamiento sus grandes entidades financieras y, de paso, el negocio de unos de sus mejores clientes: los fabricantes y traficantes de armas. Ellos saben que, una vez que han logrado convencer a unos idiotas útiles para que inicien una guerra de guerrillas, será, como ha sido, fácil convertirlos en narcotraficantes. Saben además que, con esta parte de su estrategia funcionando, el siguiente paso es mover sus tentáculos y manipulaciones para organizar un grupo de contraguerrilla (paramilitares) que los combata al que, a su vez, en poquísimo tiempo convierten en narcotraficantes. Y claro, en un país como Colombia, proclive a la violencia y al dinero fácil, no es extraño encontrar delincuentes comunes dispuestos a traficar. También están por supuesto, los corruptos locales, quienes con argucias politiqueras y seudo-legales obstruyen cualquier intento del gobierno para pacificar el país y erradicar el narcotráfico. De esa manera infame, participan de las migajas del ORO convirtiéndose en los más despreciables de toda esta cadena de despreciables.
SEDA: Los lujos extravagantes con los que exhiben su reciente riqueza estos nuevos ricos quienes, por no entenderlo, no llegan a entender la verdadera elegancia de lo sencillo.
SANGRE: Para representar esta, no es necesaria una alegoría porque, sangre y sangre en cantidad que impresionaría hasta a Drakul alias El Empalador, es la que derrama el pueblo - entendiéndose como pueblo los guerrilleros rasos, los soldados rasos, los paramilitares rasos, y los campesinos que labran la tierra - , todos ellos, carne de cañón de esta brutal estrategia comercial de los GRANDES CORRUPTOS MUNDIALES. Pero, también son de sangre las lágrimas que derraman los padres, hijos, esposos, hermanos y familiares de los miles de secuestrados que estos estremecedores criminales usan para conseguir más dinero o para presionar al gobierno para conseguir que se les reconozca como “insurgentes que luchan por la libertad de Colombia”. ¿Puede encontrarse una paradoja mayor que la de pretender luchar por la libertad quitándosela a quiénes pretenden liberar? Cuantas veces estos asesinos han matado a sus cautivos y, aun así continúan presionando a sus familiares por el pago del rescate o, cuando se hace evidente la muerte del secuestrado, exigen dinero para entregar el cadáver. ¿Se puede concebir una brutalidad mayor?
Y SOL…..porque, a pesar de todo, el sol está por todas partes en este país iluminado. Ese sol que hace que la naturaleza reverdezca a una velocidad casi imposible y que las flores aquí crezcan hasta en el asfalto, paradójicamente parece haber secado la sensibilidad de los colombianos puesto que, pase lo que pase, hagan lo que hagan la caterva de asesinos y corruptos de cualquier denominación, los niños siguen jugando y los adultos siguen riendo sin mostrar ningún signo de estupor, sin protestar, sin manifestarse.
LA FIESTA BRAVA EN TODO SU ESPLENDOR…: Así como a muchos nos cuesta entender cómo puede llamarse fiesta a esa sangría que se arma en las plazas de toros, a la inmensa mayoría nos resulta increíble que algunos alienados como aquel inefable decano de economía de una universidad belga, salgan a dar con gritos de orates sus aclamaciones de admiración por sus amados guerrilleros colombianos. Con seguridad, esa satisfacción que demuestran por la insania de estos, no es más que el gusto que sienten porque aquellos si son capaces de cometer los crímenes que ellos desearían llevar a cabo pero, que por su hipocresía y cobardía no pueden. Desde luego, igual de sorprendente resulta el apoyo y admiración que dicen sentir por los supuestos “salvadores del pueblo colombiano” los “intelectuales” de nuevo cuño en algunos países de Europa quienes, con sus panzas ahítas por el exceso de pitanza, mientras saborean una copita del mejor coñac, justifican sus absurdas posiciones con argumentos obsoletos, rebuscados y casi crípticos - muy parecidos a los que usan los comentaristas “taurófilos” de la radio -, cuando en realidad, debajo de su farsa no hay más que su gusto por la sangre derramada, siempre que sea ajena y lejana y ellos estén muy seguros en la tribuna de barrera numerada. También están, como no, - nunca faltan - los “vivales” que hacen de estas tragedias una forma de ganar dinero y notoriedad como los líderes de ciertas ONG quienes, con el pretexto de “favorecer las luchas por la libertad” van por ahí con aires moralistas pregonando mentiras que favorezcan a los asesinos de sus propios pueblos, pues estos, los asesinos, son, en el fondo, la razón de ser de su “profesión”.
Igual que ocurre con los taurinos, para estos admiradores de la violencia y la sangre no hay argumento por sólido y probado que sea, capaz de convencerlos del absurdo de su afición. Aunque se les demuestre que la violencia no puede ser arte como tampoco puede ser instrumento noble de reivindicación, ellos siguen en sus trece. En ellos, de manera patética se cumple el aforismo del budismo Zen que dice: “Cuando el dedo señala a la luna, el imbécil mira el dedo”.
Germán GUERRERO E.
Hoy, cuando han pasado tantos años, al evocar la frase con que promocionaban las corridas, he pensado que quizá, la misma serviría para describir la trágica realidad que vive Colombia por cuenta de la guerrilla, los paramilitares, el narcotráfico y la corrupción. A ver si me explico:
ORO, en forma del río de dinero que corre a raudales de mano en mano de guerrilleros-narcotraficantes, paramilitares-narcotraficantes, narcotraficantes a secas y de los corruptos que los inducen, auspician, sustentan, patrocinan, explotan o simplemente alcahuetean. Ya sabemos quiénes son estos corruptos: Los grandes conglomerados económicos mundiales que se lucran de los 700 mil millones de euros anuales que produce el narcotráfico de los cuales, solo un pequeñísimo porcentaje llega a los actores primarios. Ellos, los GRANDES CORRUPTOS MUNDIALES son quienes inducen, auspician, sustentan y patrocinan la guerra y el narcotráfico para mantener en funcionamiento sus grandes entidades financieras y, de paso, el negocio de unos de sus mejores clientes: los fabricantes y traficantes de armas. Ellos saben que, una vez que han logrado convencer a unos idiotas útiles para que inicien una guerra de guerrillas, será, como ha sido, fácil convertirlos en narcotraficantes. Saben además que, con esta parte de su estrategia funcionando, el siguiente paso es mover sus tentáculos y manipulaciones para organizar un grupo de contraguerrilla (paramilitares) que los combata al que, a su vez, en poquísimo tiempo convierten en narcotraficantes. Y claro, en un país como Colombia, proclive a la violencia y al dinero fácil, no es extraño encontrar delincuentes comunes dispuestos a traficar. También están por supuesto, los corruptos locales, quienes con argucias politiqueras y seudo-legales obstruyen cualquier intento del gobierno para pacificar el país y erradicar el narcotráfico. De esa manera infame, participan de las migajas del ORO convirtiéndose en los más despreciables de toda esta cadena de despreciables.
SEDA: Los lujos extravagantes con los que exhiben su reciente riqueza estos nuevos ricos quienes, por no entenderlo, no llegan a entender la verdadera elegancia de lo sencillo.
SANGRE: Para representar esta, no es necesaria una alegoría porque, sangre y sangre en cantidad que impresionaría hasta a Drakul alias El Empalador, es la que derrama el pueblo - entendiéndose como pueblo los guerrilleros rasos, los soldados rasos, los paramilitares rasos, y los campesinos que labran la tierra - , todos ellos, carne de cañón de esta brutal estrategia comercial de los GRANDES CORRUPTOS MUNDIALES. Pero, también son de sangre las lágrimas que derraman los padres, hijos, esposos, hermanos y familiares de los miles de secuestrados que estos estremecedores criminales usan para conseguir más dinero o para presionar al gobierno para conseguir que se les reconozca como “insurgentes que luchan por la libertad de Colombia”. ¿Puede encontrarse una paradoja mayor que la de pretender luchar por la libertad quitándosela a quiénes pretenden liberar? Cuantas veces estos asesinos han matado a sus cautivos y, aun así continúan presionando a sus familiares por el pago del rescate o, cuando se hace evidente la muerte del secuestrado, exigen dinero para entregar el cadáver. ¿Se puede concebir una brutalidad mayor?
Y SOL…..porque, a pesar de todo, el sol está por todas partes en este país iluminado. Ese sol que hace que la naturaleza reverdezca a una velocidad casi imposible y que las flores aquí crezcan hasta en el asfalto, paradójicamente parece haber secado la sensibilidad de los colombianos puesto que, pase lo que pase, hagan lo que hagan la caterva de asesinos y corruptos de cualquier denominación, los niños siguen jugando y los adultos siguen riendo sin mostrar ningún signo de estupor, sin protestar, sin manifestarse.
LA FIESTA BRAVA EN TODO SU ESPLENDOR…: Así como a muchos nos cuesta entender cómo puede llamarse fiesta a esa sangría que se arma en las plazas de toros, a la inmensa mayoría nos resulta increíble que algunos alienados como aquel inefable decano de economía de una universidad belga, salgan a dar con gritos de orates sus aclamaciones de admiración por sus amados guerrilleros colombianos. Con seguridad, esa satisfacción que demuestran por la insania de estos, no es más que el gusto que sienten porque aquellos si son capaces de cometer los crímenes que ellos desearían llevar a cabo pero, que por su hipocresía y cobardía no pueden. Desde luego, igual de sorprendente resulta el apoyo y admiración que dicen sentir por los supuestos “salvadores del pueblo colombiano” los “intelectuales” de nuevo cuño en algunos países de Europa quienes, con sus panzas ahítas por el exceso de pitanza, mientras saborean una copita del mejor coñac, justifican sus absurdas posiciones con argumentos obsoletos, rebuscados y casi crípticos - muy parecidos a los que usan los comentaristas “taurófilos” de la radio -, cuando en realidad, debajo de su farsa no hay más que su gusto por la sangre derramada, siempre que sea ajena y lejana y ellos estén muy seguros en la tribuna de barrera numerada. También están, como no, - nunca faltan - los “vivales” que hacen de estas tragedias una forma de ganar dinero y notoriedad como los líderes de ciertas ONG quienes, con el pretexto de “favorecer las luchas por la libertad” van por ahí con aires moralistas pregonando mentiras que favorezcan a los asesinos de sus propios pueblos, pues estos, los asesinos, son, en el fondo, la razón de ser de su “profesión”.
Igual que ocurre con los taurinos, para estos admiradores de la violencia y la sangre no hay argumento por sólido y probado que sea, capaz de convencerlos del absurdo de su afición. Aunque se les demuestre que la violencia no puede ser arte como tampoco puede ser instrumento noble de reivindicación, ellos siguen en sus trece. En ellos, de manera patética se cumple el aforismo del budismo Zen que dice: “Cuando el dedo señala a la luna, el imbécil mira el dedo”.
Germán GUERRERO E.